Friday, July 29, 2011

Ausencia


Ausencia; cada año que pasa, te robas algo.


Basta mirar atrás para darse cuenta de que nada es igual, que algo falta, que algo fue remplazado, que hay algo nuevo. Es sorprendente mirarte al espejo y darte cuenta que ese no eres tú, aunque eres tú. Pero, ¿por qué eres diferente, si sigues siendo tú? La respuesta es fácil, creciste, y, con crecer, llegaron, para quedarse, nuevas responsabilidades, nuevos cambios, nuevas verdades. Es cruel, frio, maligno, pero al mismo tiempo necesario; es a eso a lo que se le llama vida, es eso lo que conforma la experiencia, es eso lo que nos cambia, es eso lo que nos define.

Vasta sentarse, en el mismo lugar que te sentaste hace tiempo, en el mismo día, tal vez, la misma hora, con los mismos rostros sonrientes en frente, incluso con un pastel del mismo sabor en medio de la mesa, pero con algo nuevo, algo que antes nunca estuvo allí, algo que diego pidió; algo tan simple como una botella de cerveza, camuflada entre botellas de bebida. También hay un nuevo rostro, un rostro de mujer, sentando al lado de Pedro, quien ahora luce un nuevo look, más natural, más serio; no ese antiguo peinado que siempre llevaba y que se dedicaba horas en mantener. y entonces apareces tu, disfrazada, camuflada entre lindas ropas, mientras conversamos saldando una deuda impuesta por nosotros mismos. Eres tú, la ausencia, quien entra primero en la habitación de la antigua casona, disfrazada de alegría, cuando en realidad eres tristeza.
conversamos de ese tiempo que no hemos compartido, de lo que hemos hecho, de lo que no hemos hecho; a quien hemos visto, a quien no. Y saldamos tu deuda, llenamos el vacio; pero, en realidad, no lo llenamos, solo lo tapamos con recuerdos no compartidos, con tapices extraños y pinceladas a medias. Pasamos entonces, al acabar las introducciones de vida, a evocar el pasado. A evocar la ausencia. Y, mientras hablamos animosamente, recordando tantas experiencias que hemos vivido juntos, recordando a los amigos que, por alguna u otra razón, no se encuentran presentes en esta nueva oportunidad, un extraño sentimiento se apodera de mi, se agazapa y espera el momento propicio para salir a flote. Entonces, para evitar ese sentimiento de pérdida, de añoranza de algo que no está, cambiamos de tema, pero, al mismo tiempo, intentamos imitar esos días, hablando de juegos, de nuevas tecnologías y nuevos rumores, de cosas futuras, como lanzamientos de consolas. De planes futuros, de ideas y de personas. Pero allí esta, ahora más cerca que antes, y ahora, mientras consumes sagazmente tu porción de la blanca torta, aparece en tu mente un único deseo, un único miedo; lo único que asalta nuestra es el deseo estar en ese pequeño cuarto, en una helada tarde de invierno, cuatro, tal vez cinco, amigos, con trocitos de cartón con imágenes impresas en la mano, riendo, mientras jugamos cartas pokemon, sin preocuparnos, al menos por sesenta minutos, de que allá fuera hay un mundo esperando por nosotros, esperando para devorarnos en sus oscuras inmediaciones. Y este también es nuestro único miedo; miedo a no poder vivir jamás esta simple, pero idílica, experiencia. Y, a pesar de todo, allí estamos, en esa habitación, en una fría noche de invierno, los cuatro, o cinco, amigos, actuando, como si todo fuera igual, como si este momento fuera tan casual como cualquiera de los anteriores, tan común, tan normal; aun cuando, dentro, muy dentro de nosotros, esta ese sentimiento, gritando, llorando, porque no tenemos ni idea de cuándo nos volveremos a juntar, esperando a corromper nuestra alma.

Te das cuenta entonces de que no eres tú, pero eres tú; de que en el interior de tu mente se suceden, como estrellas fugaces, imágenes de antiguos momentos, que ya no son. Y, al mismo tiempo, acompañadas por el repiqueteo de los tenedores al acariciar los platos donde están los fragmentos que quedan de la despedazada torta, tu vida marca un principio y un final. Se escurre algo dentro de ti mientras baja el telón, se levanta el público y tu vida se prepara para la nueva función. Ya no eres un chiquillo, ni mucho menos un adolecente, ya no eres el mismo que años atrás; es en este momento cuando, aunque ya lo sabías, pero intentabas ignorarlo, que acaba una etapa de tu vida y comienza otra. Y, cuando consumas ese último trozo de torta, salgas, minutos después, por esa vieja puerta que, sin lugar a dudas, sonara como siempre, te dirijas, atravesando el frio de la oscura noche, hacia tu casa, nada será igual; aunque estarán los mismo personajes, la misma instrumentaría, los mismos actores y el mismo público, nada será igual. Ella habrá ganado, te habrá robado otra parte de ti, te habrá dado, en su lugar, un nuevo trozo de algo desconocido, pero que llegaras a apreciar; pero, por ahora, por ese instante y, tal vez, por las próximas horas, solo quedaran recuerdos, nostalgias, temores y deseos en ese lugar.

Y aun así, aquí estas, llorando, tal vez, riendo, no sé, mientras tu vida sigue, sigue y sigue sin parar, esperando, aquel instante nuevo que está más allá…


A mis amigos, a mí mismo. Con cariño y deseos de volver a ser lo que éramos antes.

No comments:

Post a Comment